La reciente alianza entre CREO y el Partido Social Cristiano, calificada como histórica por algunos analistas, pone sobre la mesa de la reflexión y el entendimiento de los ecuatorianos los fundamentos y alcances de una estrategia que no es exclusiva del mundo político. En todo caso es un ejemplo, en un país en que aliarse de verdad para alcanzar un propósito común no es lo habitual.
Las alianzas son cada vez más necesarias en un mundo globalizado y complejo, en el que es muy poco probable que alguien pueda avanzar y tener éxito sin la cooperación y sin el valor que pueda aportar otro. Hay un viejo proverbio africano que hoy adquiere vigencia: “Si quieres ir rápido, debes ir solo. Pero si quieres ir lejos, entonces debes ir junto con otros”.
En términos generales, una alianza es un arreglo de cooperación ganar-ganar entre dos partes distintas que voluntariamente y con convicción se unen por propósito común superior. Este arreglo prospera cuando se da un compromiso firme de ayuda o de apoyo mutuo activo y visible de las partes, cuando cada uno reconoce, valora y comparte fortalezas específicas con el otro, incrementando así el potencial de la actuación conjunta.
Las alianzas en el ámbito empresarial tienen muchos propósitos estratégicos: acceder a mercados y clientes, compartir riesgos, superar barreras, compartir fondos, generar economías, adquirir tecnologías, etc. Un análisis de las empresas que han aprendido a hacer alianzas, realizado por Booz-Allen, mostró que estas logran retornos significativamente superiores al promedio de su industria.
Las alianzas prosperan cuando los propósitos son claros y por ende los puntos de intersección son más fuertes que las disyuntivas. Aunque el pensamiento y la actuación no coincidan al 100 %, sí convergen en recursos, experiencias, habilidades, capacidades y tecnologías puestos al servicio de alcanzar el resultado mutuamente anhelado.
Las alianzas prosperan cuando van más allá de la coyuntura, de intereses tácticos que no suelen ser duraderos, cuando rebasan la formalidad de una firma o un apretón de manos para convertirse en un trabajar juntos con sentido estratégico. Por ejemplo, una alianza determinante que configuró el final del siglo XX fue la que mantuvieron Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes promovieron una visión liberal y capitalista del mundo.
Al igual que ellos, muchos líderes han reconocido que se acabaron los tiempos en los que podían crear valor solos; que hoy se requiere la capacidad de enfrentar de manera constructiva la tensión de personalidades e ideas distintas y, en lugar de elegir una a expensas de la otra, generar una solución creativa de la tensión en la forma de una nueva idea que contiene elementos de cada una de las ideas, pero es superior a ellas. No es fácil, sin embargo, es la mayor contribución de las alianzas en el ámbito político. Son las diferencias la mayor barrera a superar, pero también la mayor fuente de riqueza para poder crear. En la medida que se consoliden alianzas políticas robustas con varios actores que logren superar la paradoja de la diversidad, se podrá gestar un proyecto país fundado en valores superiores como democracia y libertad y metas como empleo y prosperidad. (O)