Las cosas hechas de materiales antifrágiles no se rompen nunca, al contrario, rebotan con los impactos, como el caucho; se deforman frente a las tensiones sin fracturarse, incluso llegan a mejorar sus propiedades cuando se estiran, como los músculos del ser humano; y nunca se detienen ante los obstáculos porque fluyen como el agua por los espacios que van encontrando.
La antifragilidad es una cualidad también atribuible a los sistemas y organizaciones que el ser humano ha creado, tales como los sistemas financieros y políticos, los gobiernos, las empresas y las familias; o los seres vivos, incluidas las personas. Quienes posean estas características se adaptan, cambian e incluso mejoran ante situaciones y fuerzas externas del entorno que podrían destruirlas; gracias a ello garantizan su supervivencia y evolución.
La antifragilidad es el nuevo paradigma de la economía y las organizaciones propuesto por Nasib Taleb en el 2012, que hoy cobra vigencia. Según este autor, la fragilidad necesita de la tranquilidad, el orden, la previsibilidad y la facilidad para prosperar; en cambio, la antifragilidad se beneficia de la dificultad, del caos, los sucesos disruptivos, el desorden, las consecuencias imprevistas y la incertidumbre. La antifragilidad ama los factores estresantes y la aventura.
En opinión de Taleb, durante los últimos años “hemos estado fragilizando la economía, nuestra salud, la vida política, la educación y casi todo el resto de actividades humanas” en aras de la eficiencia y la estandarización, al buscar eliminar el azar y la volatilidad de las mismas.
La antifragilidad es un concepto naciente que debería ser apropiado y desarrollado urgentemente en la práctica por gestores de políticas públicas, analistas económicos, gobernantes, líderes, los CEO, estrategas y consultores, así como por los profesionales de la conducta humana, psicólogos, terapeutas, coaches y mentores.
Las organizaciones y personas antifrágiles van a crecer, crear, evolucionar y en general florecer ante eventos como la pandemia de la COVID-19 y los que vengan a futuro; en cambio, las organizaciones y personas frágiles van a acelerar las crisis con sus decisiones y es muy probable que no sean capaces de salir adelante.
El mismo Taleb da algunas pistas para ser antifrágil: ser liviano de estructura y gastos, simple en hacer las cosas, creativo en la respuesta a los problemas, utilizar los errores para mejorar, adaptarse veloz y continuamente con base en la información del entorno, distribuir los riesgos, incorporar la flexibilidad, tener múltiples opciones y respuestas para múltiples escenarios y no una sola, abrazar los cambios como oportunidades, mirar los eventos raros con atención, tomar decisiones rápidas sacrificando la perfección y la complicación en el análisis; experimentar soluciones, desarrollar nuevas competencias ágilmente, entre otras.
Cuando Nasib Taleb afirmó en el 2007 que en el siglo XXI íbamos a experimentar Cisnes Negros –acontecimientos importantes, improbables y muy significativos– que iban a afectar grandemente nuestra vida, no consideramos sus afirmaciones teóricas; hoy, que estamos afrontando la pandemia COVID-19, nos damos cuenta de lo errados que estuvimos; estamos a tiempo para valorar sus ideas y empezar cuanto antes a vivir la economía de la antifragilidad.