En los ejercicios de planificación estratégica siempre surgen dos preguntas: ¿por qué? y ¿para qué? A simple vista parecen iguales, pero son profundamente diferentes en cuando al poder que entrañan.
La pregunta ¿por qué? mira la realidad pasada cual si fuera un espejo retrovisor, para atrás; nos lleva por la senda de los antecedentes, las causas y los juicios de valor. En cambio, la pregunta ¿para qué? mira la realidad futura cual si fuera un parabrisas de auto para adelante; nos lleva por la senda de los propósitos y los significados. Un ¿por qué? siempre será necesario para no cometer los mismos errores, para mejorar el entendimiento profundo de los problemas; es el alimento para la racionalidad y la mente. Sin embargo, en exceso podría conducir a la parálisis por análisis. Y mal manejado nos ancla en el pasado, en las recriminaciones, explicaciones y justificaciones. Si la historia ha estado llena de circunstancias y eventos adversos lo más probable es que un ¿por qué? alimente la frustración y la conflictividad.
Un ¿para qué?, en cambio, nos encamina hacia donde queremos ir, nos conduce a la visión y a los sueños y es el alimento para el corazón y el espíritu. El ¿para qué? crea rumbo y le da certidumbre a lo que vamos a vivir. Hace que trabajemos con un fin en mente, en la dirección correcta. Un estimulante ¿para qué? siempre desata las energías positivas del optimismo y lo más probable es que nos conecte con las oportunidades que el mundo nos depara.
Podríamos ejemplificar la diferencia con estas preguntas: ¿por qué surgió el COVID en el mundo?, ¿para qué surgió el COVID en el mundo? o ¿por qué surgió el cambio climático en el mundo?, ¿para qué surgió el cambio climático en el mundo? Estas preguntas pueden convivir y complementarse perfectamente; sin embargo, en algunos momentos de la historia de nuestras vidas es necesario soltar el ¿porqué? y agarrarse del ¿para qué? sobre todo en los puntos de inflexión y en los momentos de cambio. En tales circunstancias es lo mejor que podríamos preguntarnos para que el futuro pueda florecer. ¿Será que esto nos pasa en nuestro amado país?
Dejemos por un momento a la vera del camino las dudas, las recriminaciones y las justificaciones en los diferentes espacios de nuestra vida. Démonos el regalo de dejar atrás lo que no pudimos cambiar y más bien recorramos el camino de lo que sí podemos crear y lograr. Hagamos un espacio en este primer mes del año para preguntarnos: ¿para qué vamos a vivir el 2022? ¿Qué hemos decidido traer a nuestras vidas en este año? Que la respuesta a estas preguntas nos lleve a abrazar con amor la visión de un mejor país, una mejor ciudad, una mejor empresa, una mejor familia, una mejor persona. Pongámosle a esa visión objetivos concretos y medibles y acciones específicas por realizar. Escribamos en un papel ese compromiso, firmémoslo y hagámonos la promesa con nosotros mismos de vivir fieles a ellos. Así haremos realidad lo que alguna vez afirmó el gurú de administración Peter Drucker: “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Es un excelente ejercicio que todos podríamos realizar para comenzar con pie firme el 2022 y llevarnos a un futuro de realizaciones. (O)