Toda crisis tiene un momento en el que las personas deben darle un giro, ese giro se llama punto de inflexión; es el día que las personas deciden dejar de reaccionar y empiezan a darle un rumbo distinto a las cosas. Los puntos de inflexión son transiciones donde decidimos tomar el control.
Más allá de la necesaria reacción y resiliencia durante el tiempo que llevamos de cuarentena, es imprescindible retomar el crecimiento y ello solo es posible cuando empezamos a reinventar lo que hacemos.
Para producir un punto de inflexión, los empresarios deberían tomar acciones y decisiones sabias y valientes, tales como reestructurar sus deudas, explorar oportunidades, revisar escenarios que los lleven a encontrar nuevos modelos de negocios o asegurar la continuidad de los actuales, procurando en lo posible balancear los interesas de la empresa con los de sus colaboradores. ¡Desafío durísimo de enfrentar!
Los colaboradores también deben aportar a producir el punto de inflexión, tomando conciencia de que es vital superar el miedo para seguir operando, flexibilizando sus justas aspiraciones y siendo accesibles a acuerdos que les permitan dar viabilidad económica a las empresas.
Los ciudadanos, pagando las tarjetas de crédito, los servicios públicos, los créditos pendientes, en la medida de sus posibilidades.
La banca, desembolsando los créditos que ya tenía aprobados y que los retuvo por la crisis sanitaria o aprobando nuevos créditos para estimular la recuperación económica, como es el caso de la banca china que en febrero triplicó su nivel crediticio.
Y sobre todo el Gobierno, dándose cuenta de la fragilidad en la que se halla el sector empresarial hoy, conectándose y siendo sensible a esta realidad, dando flexibilidades excepcionales en lo laboral, crediticio, fiscal y tributario, que permita una bocanada de aire fresco a las empresas, sobre todo a las empresas de la provincia del Guayas que llevan más tiempo en cuarentena.
Si al Gobierno le queda imposible hacer lo que han hecho otros países, como brindar asistencia financiera a las empresas e inyectar recursos a los ciudadanos para reactivar la economía y rescatar a las empresas, por lo menos debe dar ejemplo reestructurándose, redimensionándose y alivianándose, como lo están haciendo las empresas.
También la gestión de la crisis sanitaria debe pasar gradualmente, lo antes posible, de una fase de aislamiento a una de movilidad con restricciones, en la que los comercios vuelvan a operar cumpliendo garantías para la salud, tomando como ejemplo las lecciones de otros países que ya han aplanado la curva de la pandemia.
Si no actuamos pronto para mover la economía, podemos caer en un peligroso punto de no retorno, que es cuando las consecuencias económicas de las crisis van a ser irreversibles; no existirá entonces recuperación a los niveles de crecimiento anteriores al COVID-19 y se producirá la quiebra de un mayor número de medianas y pequeñas empresas.
Los puntos de inflexión en la crisis no se producen solos, se dan cuando los cambios se precipitan. Para alcanzar un punto de inflexión en esta crisis sanitaria y económica debemos ser ágiles y creativos todos, teniendo en cuenta que para salir adelante ninguno de nosotros es tan poderoso como todos nosotros juntos.