Cada cuatro años los ecuatorianos tomamos la decisión de elegir quién va a conducir el Gobierno del país. El 7 de febrero no es una votación cualquiera, a criterio de muchos analistas es una decisión crucial ya que elegiremos un rumbo; decidimos entre paradigmas muy distintos: entre corrupción y honestidad, entre populismo y seriedad, entre libertad y autoritarismo, entre más empresa o más Estado, entre la estabilidad o la inestabilidad del dólar, entre otros. En consecuencia, va a ser determinante elegir bien.
Daniel Kahneman, psicólogo norteamericano-israelí, ganador del Premio Nobel de economía en el año 2002 por su trabajo sobre la toma de decisiones en contextos de incertidumbre, da luces de cómo pensar bien para decidir bien. Según él, detrás de todas las decisiones hay dos sistemas que compiten: el pensamiento rápido vs. el pensamiento lento.
Cuando las personas “piensan rápido” para decidir, lo hacen impulsivamente, sin esfuerzo, guiados por estereotipos y la emoción. Según él, la pura intuición o los atajos mentales de las decisiones rápidas nos conducen a errores. Dejarnos llevar por la percepción, porque tal o cual candidato nos cae bien o mal, por las sensaciones que nos genera su carisma, por las impresiones a las que llegamos rápidamente por uno u otro meme, por ideologías, sin contrastar su impacto, nos llevarían a votar sin considerar lo que realmente nos conviene.
En cambio, cuando las personas “piensan lento” para decidir, buscan evidencias de hechos, deciden de manera lógica y consciente. Estas personas han desarrollado el hábito de separar en el tiempo el estímulo y la toma de la decisión.
Sí se puede cambiar de un pensamiento rápido a uno lento, según Kahneman. ¿Cómo lo podríamos aplicar a la elección de presidente?
Tomar una decisión final por quien votar tras observar lo que ha sido su vida, prestar atención a la autenticidad, honestidad y éxitos en su trayectoria personal, profesional y/o empresarial; identificar de qué realmente vive; cuál es su propósito para ser presidente, la experiencia y el nivel de preparación que tiene. Mirar detenidamente sus planteamientos y causas que lidera. ¿Son las que necesitamos para enfrentar los problemas que nos aquejan? ¿Sus ideas han dado buenos resultados en contextos similares?
Reflexionar sobre quiénes conforman sus equipos de trabajo, cuáles son sus colaboradores más cercanos (si los tienen). ¿Son personas de valía?
Ayudaría a ampliar la perspectiva acudir a la memoria de los mayores y expertos para encontrar referencias sobre los candidatos, sus planes y sus equipos. Algo de humildad no vendría mal, siendo críticos: la última elección que hicimos, ¿fue reflexionada?, ¿fue acertada?
Podríamos recordar a Kofi Annan, exsecretario general de las Naciones Unidas, quien afirmó: “Vivir es elegir. Pero para elegir bien, debes saber quién eres y qué defiendes, a dónde quieres ir y por qué quieres llegar ahí”. Si bien votar es un derecho, también es un deber que deberíamos ejercer responsablemente. Dediquemos algo de tiempo a pensar el voto, el futuro país a donde nos llevará esta elección lo amerita. (O)