Los dilemas son disyuntivas que surgen cuando una visión puede concretarse a través de dos objetivos o planteamientos diferentes, que a su vez pueden ser excluyentes entre sí. En el dilema ambos polos son igualmente factibles y defendibles. Los dilemas surgen porque los seres humanos encaramos la solución de los problemas como la selección entre alternativas y confiamos en que tenemos la capacidad para entender la complejidad del mundo y escoger la mejor opción. También porque cada alternativa se fundamenta en valores diferentes y en racionalidades distintas.
Los dilemas están tan presentes en todos los campos de la vida humana, en la empresa, la familia, la política, la actividad profesional y la dimensión personal. Algunos autores han nombrado esta realidad como una “cultura de polarización”.
En muchos casos, los dilemas parecen callejones sin escapatoria. Es a lo que nos vemos abocados con el COVID-19: ¿salimos de la cuarentena a trabajar porque es necesario proteger los empleos y la supervivencia de las empresas? o ¿nos quedamos en cuarentena porque es necesario para proteger la salud y la supervivencia de las personas?
Las consecuencias de demorar la apertura de la economía son muy agudas para el Ecuador, como lo sostiene el economista Augusto de la Torre. En sus palabras: “No tenemos un Estado que pueda mantener a las empresas viviendo y a los trabajadores ‘comiendo’ mientras estamos en cuarentena”.
Partiendo de algunos hechos relevantes que deberíamos considerar: 1) llevamos aproximadamente 50 días en cuarentena y la mitad de las empresas tenían flujo para soportar 37 días, según afirman los expertos; 2) estamos estables en la cima de la curva de contagiados desde fines de abril, según investigadores; 3) viviremos con el COVID-19 durante algún tiempo debido a que la vacuna no estará disponible en el corto plazo; deberíamos plantearnos el urgente desafío de superar el dilema.
Les toca a los líderes de esta crisis tener la predisposición, la madurez y la inteligencia para producir una solución imaginativa y creativa que nos permita reabrir la economía mitigando al máximo los riesgos, empleando pruebas masivas, aplicando medidas de bioseguridad, control operativo y educación ciudadana.
Lo ideal sería entonces flexibilizar la postura de la cuarentena absoluta, mirar con detalle las mejores prácticas aplicadas localmente y en el mundo, y acudir a métodos científicos para empezar una paulatina reapertura.
Comparto algunas preguntas cuyas respuestas nos pueden ayudar a superar este aparente dilema: ¿el distanciamiento social y el control sanitario ofrecen posibilidades para salir del confinamiento?, ¿podríamos aprender de la experiencia de los exportadores, supermercados y farmacéuticas quienes han mantenido sus operaciones sin tener brotes de COVID-19?, ¿se podría reabrir la economía con trabajadores jóvenes o con quienes ya pasaron por la enfermedad?, ¿podrían focalizarse los controles con geolocalización ante nuevos brotes?
Siempre se puede escapar del dilema cuando se encuentra el vínculo común entre los dos extremos de la contradicción, y en el caso del COVID-19 consiste en pensar que proteger la vida es necesario para que haya economía, e igualmente proteger la economía es necesario para que haya vida.