La expresión “elevar la vara” es muy conocida en el mundo anglosajón, poco usada en el mundo hispano; sirve para señalar que se va por más o para indicar que cada vez se pone una dificultad o exigencia mayor a superar.
Elevar la vara hace referencia metafórica al salto de altura o pértiga, es aplicable a cualquier ámbito: negocios, gestión, deportes, cultura, etcétera; y se usa para aludir a una meta lograda por un predecesor, que deberíamos intentar superar.
Hoy la globalización ha puesto la vara muy alto para todos, quienes quieren triunfar y ser exitosos deben tener un desempeño superior a sus pares en el mundo.
Los estudiantes que desean acceder a las universidades de élite de EE. UU. y del mundo saben que tienen que elevar la vara de su desempeño académico para competir contra los estudiantes hindúes, chinos, norteamericanos si quieren tener algún chance.
Los diferentes profesionales que quieren triunfar fuera de su país saben que deben hacer las cosas siempre con excelencia y valentía.
Los empresarios que compiten con éxito contra los productos importados o que exportan ganando mercados internacionales, como los bananeros, camarones, floricultores, atuneros, entre otros, tienen claro que es de vida o muerte elevar más la vara: estableciendo continuamente metas más altas para su empresa, superando altísimos estándares de calidad, medioambiente, seguridad y responsabilidad, agregando cada vez más valor a sus productos, productividad a sus procesos y rentabilidad a su operación.
Los deportistas de alto desempeño reconocen que cuando elevan la vara, la vara los eleva a ellos, dando el máximo de su potencial.
Los emprendedores exitosos que lanzan nuevas empresas tecnológicas piensan en grande y lo hacen de forma única y espectacular.
En fin, hay un gran sector de la sociedad ecuatoriana que ha entendido cómo funciona el mundo de hoy y reconoce que la única estrategia posible para tener éxito es elevar la vara siempre, cada día, aunque sea un milímetro. Para quienes elevar la vara es una actitud ante la vida, que se traduce en creer que la vida es movimiento y la dirección de este movimiento es hacia arriba, desafiándose continuamente a superar sus propios límites. Mirando la realidad con base en cifras; y mejorándola con disciplina y determinación, tomando decisiones difíciles y sobre todo con mucho muchísimo trabajo inteligente.
Un ejemplo reciente son las escritoras María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, Sabrina Duque y Solange Rodríguez Pappe, quienes han elevado la vara de la literatura ecuatoriana obteniendo reconocimientos internacionales.
Sin embargo, hay otro sector de la sociedad ecuatoriana que empuja la vara hacia abajo, que busca beneficios basados en regulaciones, recurriendo a atajos al éxito no éticos, haciendo cabildeo, organizando paros, presionando por las redes sociales, bajando los niveles de exigencias amparados en postulados ideológicos y restringiendo la libertad para quienes quieren destacar.
Admiremos y sigamos el ejemplo de quienes buscan elevar la vara siempre, y no les demos ningún espacio a los que promueven bajar la vara. Tener expectativas mediocres en una sociedad es el camino a la pobreza, tener expectativas altas es el camino a la prosperidad. Bien dijo Don Quijote: “De altos espíritus es apreciar las cosas altas”.