A la década comprendida entre el 1 de enero de 1920 y el 31 de diciembre de 1929 se la conoce como los dorados años 20. Esta década fue increíble, se caracterizó por el surgimiento de una nueva organización mundial: la Sociedad de Naciones, el desarrollo de nuevos sectores de la producción (químico, siderúrgico, alimentario, automotriz), el empleo de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo), el esplendor de la televisión, la radio y las revistas y un boom de consumo. Se introdujeron nuevas formas de organización del trabajo como el sistema en la producción industrial en serie llamado fordismo (en honor a Henry Ford) y se inició la incorporación protagónica de la mujer al mundo laboral y social. En lo empresarial, surgieron grandes corporaciones y Estados Unidos se convirtió en la locomotora de la economía mundial; por citar algunas de las principales tendencias. Se vislumbra que la segunda década del siglo XXI, nuestros años veinte, va a estar igualmente llena de nuevas tendencias económicas, políticas, sociales y culturales que van a desafiar a los estados, ciudades, empresas y personas. Mucho de lo que estuvo en auge a principios del siglo XX está hoy siendo repensado e incluso abandonado.
Las tendencias son como las olas, ondas que se propagan y vienen cargadas de energía y turbulencia. Al igual que en el mar, las tendencias se producen por fenómenos del entorno que no podemos controlar.
Las olas del siglo XXI son como las poderosas Mavericks de California: nuevas formas de organización para un mundo que reclama menos inequidad, mayor inclusión y equilibrio económico que evite terminar una crisis, como la depresión de 1929; nuevos sectores ganadores, como los tecnológicos, creativos, salud, ocio y medioambientales; nuevas fuentes de energía limpias como la solar, la eólica y otras; el auge de los medios de comunicación digitales; la consolidación de nuevas formas empresariales, como las redes, nuevos tipos de trabajo y empleos, y formas de aprender distintas; la búsqueda de una vida saludable y sostenible, entre las principales tendencias.
La aventura de la nueva década ya se siente; al igual que un surfista, se tiene un nudo en el estómago, que no es otra cosa que el miedo ante lo desconocido. Ante las olas de la nueva década, podríamos dejarnos “revolcar” por ellas, quedarnos en la orilla a mirar, o aprender a cabalgarlas con destreza.
Los buenos surfistas saben que hay que mantener la calma en los momentos en los que la fuerza de la ola toma cuerpo. Los buenos surfistas muchas veces se caen, pero también se levantan. Ellos saben que subirse a la tabla es cuestión de decisión, de valentía y de práctica. El surf es en sí un deporte agotador, pero quienes han dominado las olas se sienten vivos y plenos.
La responsabilidad de los estrategas es asumir el rol de los buenos surfistas, es divisar las olas que aparecen en el horizonte, lanzarse al agua y moverse antes que lleguen para surfearlas, es mirarlas con atención y al igual que ellos disfrutar de cada momento, fundiéndose con la ola y volviéndola un aliado para entregar lo mejor, evolucionar y transformarse.