La nave VSS Unity (Unidad), de la empresa Virgin Galactic, creada en el 2004 por Richard Branson, logró el 11 de julio lanzar su primer vuelo tripulado al espacio y conseguir que vuelva a la Tierra sin incidentes. La nave, que despegó del desierto de Nuevo México conducida por dos pilotos y llevó a tres pasajeros, alcanzó 82,7 km de altura por encima de la altitud a partir de la cual la NASA concede el estatus de astronauta (80 km).
El desafío de Richard Branson de llegar al espacio estuvo a punto de fracasar en el 2014 cuando el accidente de una nave provocó la muerte de un piloto; sin embargo, no desmayó.
Al llegar arriba, Richard Branson aprovechó para enviar el siguiente mensaje: “Una vez fui un niño con un sueño mirando hacia las estrellas. Ahora soy un adulto en una nave espacial mirando hacia nuestra hermosa Tierra. Para la próxima generación de soñadores: si podemos hacer esto, imaginemos lo que podéis hacer vosotros”. La transmisión del vuelo y la experiencia a bordo se pudo ver por primera vez en directo por las redes sociales.
Los competidores de Richard Branson son Elon Musk con su empresa SpaceX fundada el 2002 y Jeff Bezos con Blue Origin creada el 2000. Los tres han soñado con volver el espacio un lugar para todos. La nave New Shepard de Blue Origin con Bezos a bordo sobrepasó los 100 kilómetros sobre la superficie de la Tierra el 20 de julio, altitud que se considera internacionalmente el límite del espacio por la Federación Aeronáutica Internacional.
Lo que podemos ver en Branson, Musk y Bezos es claramente una visión estratégica y una mentalidad que la cataliza, que disfruta de los retos y la persistencia, que ve en el trabajo duro y en la inversión de mucha energía y tiempo la escalera al éxito, que valora aprender de las críticas y los errores, se adapta y supera las dificultades y encuentra inspiración en los problemas por resolver.
Lo alcanzado por ellos es una hazaña para la ciencia y un hito empresarial pues abre una nueva frontera para los negocios, para los viajes al espacio por placer y necesidad, y acaba con el monopolio de las agencias espaciales estatales. Contrasta la “mentalidad de crecimiento” de estos verdaderos empresarios, innovadores y visionarios con la falta de sueños grandes y audaces y la “mentalidad del facilismo”. Según la “mentalidad del facilismo” lo que requiere esfuerzo o tiempo no vale la pena, de ahí que esta no convive con los compromisos, esfuerzos o deberes.
El cortoplacismo y la “mentalidad del facilismo” son el ADN del conformismo y de la riqueza fácil, se dejan llevar fácilmente por los cantos de sirena de líderes populistas y sucumben ante la corrupción. Su presencia es un claro síntoma de que algo no está funcionado en muchas familias, escuelas, colegios y universidades, incluso en empresas; el desafío es impulsar visiones de futuros retadoras y una mentalidad de crecimiento. Es ahí donde debemos trabajar siguiendo el ejemplo de estos y otros líderes extraordinarios, quienes nos recuerdan la frase que Winston Churchill solía decir: “El precio de la grandeza es la responsabilidad”. (O)