A principios de este siglo, W. Chan Kim y Renee Mauborgne cuestionaron la práctica común de las empresas de competir contra otras para adueñarse del mercado imitando o mejorando lo que otras hacen; la consecuencia es un mercado poco creativo en donde los beneficios disminuyen para todos (océanos rojos). Al contrario, propusieron la estrategia de océano azul en un libro del mismo nombre.
La estrategia de océanos azules crea y explora mercados no atendidos por medio de replantear los problemas, asociar lo mejor de diferentes industrias; cuestionar asunciones arraigadas y prácticas pasadas, experimentar propuestas de valor sin referentes y crear redes de actores que nunca antes se han juntado. Estas ideas revolucionaron actividades económicas y sociales muy diferentes, llevando del declive al éxito: la beneficencia, los circos, la rehabilitación médica, la música clásica, el golf, la hotelería, entre otras.
Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, fue el primero en aplicar la estrategia de océano azul en una campaña política y posteriormente en la gestión pública. El Gobierno de Malasia abordó la sobrepoblación en los centros penitenciarios más allá de lo convencional, utilizando un pensamiento de océano azul. En vez de construir cárceles más caras o maximizar la ocupación de las existentes, crearon en los terrenos desaprovechados de bases militares centros de reinserción comunitaria para delincuentes culpables de delitos leves.
Los ministerios de Agricultura y Educación se encargaron de la rehabilitación brindado formación profesional de alta calidad en cría de peces y cultivos de alto rendimiento, cuyos productos podían venderse en mercados abiertos. Las visitas en las cárceles se reinventaron, en vez de ser de unos pocos minutos y sin contacto físico, los internos y sus parejas e hijos pueden abrazarse y jugar juntos en espacios abiertos. Como resultados de estos y otros cambios, las tasas de reinserción y rehabilitación aumentaron, los niveles de delincuencia bajaron, al tiempo que los costos de operación penitenciarios.
Un caso local de océano azul son los bachilleratos técnico-productivos (BTP), el Alemán Humboldt implementó en el 2018 el primer colegio dual de Guayaquil. Según esta modalidad de enseñanza, los estudiantes realizan el bachillerato tradicional en jornada vespertina, mientras trabajan en las mañanas, adicionando un año de estudios.
Así toman contacto con la realidad, mejoran su autoestima, reafirman su vocación, se relacionan con los mayores; la empresa gana trabajadores con muchas ganas de aprender, con ideas frescas y futuros colaboradores con la camiseta puesta que conocen la empresa desde adentro; y, la sociedad alinea la educación a las demandas productivas brindando una experiencia de trabajo a edad temprana.
Este océano azul funcionó inicialmente gracias al compromiso de un grupo empresarial privado que creyó en el nuevo modelo y que estuvo dispuesto a contribuir con la formación de los jóvenes en el sitio de trabajo.
Los recientes hechos de insatisfacción social en Ecuador y Chile revelan un imperativo: ubicar a los ciudadanos y sus dolores en el centro de las estrategias. Al igual que los ejemplos citados, necesitamos explorar formas empresariales innovadoras de juntar el interés propio con el interés de la sociedad. Hay infinitas posibilidades de hacerlo aplicando la estrategia del océano azul ¿Por qué no lo intentamos?