En el best seller De animales a dioses, breve historia de la humanidad, Yuval Noah Harari, profesor de Historia de la Universidad de Jerusalén, explica, entre otros, que el secreto de la evolución del Homo sapiens radicó en el poder de construir y de cambiar creencias colectivas a las cuales llamó “realidades imaginadas”.
Las “realidades imaginadas” están presentes en políticas públicas, leyes, símbolos patrios, fronteras, instituciones, management… y pueden llegar a convertirse en mitos de una cultura.
Según Harari, las “realidades imaginadas” existen gracias al relato de las personas; mientras la creencia comunal persista estas ejercen una gran fuerza sobre el mundo en el que actúan. Sin embargo, también se pueden cambiar si las personas están dispuestas a colaborar para hacerlo. Cita el ejemplo de Francia en 1789, cuando la población pasó de creer en el derecho divino de los reyes a creer en la soberanía del pueblo. Esto abrió en Francia una vía rápida de evolución cultural… Esta es una característica única de nosotros los Homo sapiens: poder revisar nuestros comportamientos de acuerdo con las necesidades cambiantes. Hoy nos toca hacer algo similar frente a “realidades imaginadas” que construimos en el siglo XX.
En 1938 se promulgó el primer código laboral ecuatoriano bajo una realidad objetiva, en la cual había suficientes justificaciones para garantizar “derechos” básicos del trabajador frente a excesos de la Revolución Industrial y una mirada exclusivamente científica de la administración. Estuvo enfocado a balancear el poder en las transacciones entre trabajadores escasamente preparados y empleadores y a regular rígidamente las jornadas de trabajo en un mundo donde las fábricas dominaban los negocios.
Hoy esa realidad es una ficción, dejamos atrás el Taylorismo y el Fordismo, estamos saliendo de la Revolución de la Información y entrando a otras; hoy tenemos el celular, las plataformas de internet, la economía colaborativa, los mileniales representan el 50 % de la población con mentalidad emprendedora, el 50 % de la fuerza laboral son mujeres, contamos con mejores niveles de educación; el capital psicológico es la principal necesidad del trabador y la cultura es el elemento de cohesión laboral. Sin embargo, hay personas que siguen imaginando un código laboral para una realidad que ya no existe.
Hoy debemos cooperar todos para construir un nuevo código laboral que reconozca y facilite el nuevo mundo del trabajo amplio, diverso, híbrido y dinámico con múltiples maneras de crear valor a la sociedad: emprendedores, empresarios, voluntarios, trabajadores digitales, trabajadores adulto mayor, trabajadores agrícolas, trabajadores domésticos, consultores, CEO, mentores, artistas, entre otros. Y el reconocimiento a nuevas creencias colectivas que las sustenten: el talento, la flexibilidad, la cooperación, la autonomía individual y la libertad para seleccionar el propio destino.
Dice el escritor Stephen Crane: “Quien puede cambiar sus creencias, puede cambiar su destino”. En términos de Harari, una sociedad que puede cambiar sus realidades imaginadas puede cambiar su destino. La Ley de Creación de Oportunidades abre la posibilidad de evolucionar ante un nuevo mundo laboral. (O)